Uno de los elementos comunes identificados entre las mujeres que sufren esta enfermedad es el aspecto relacional que identifican a partir de una triple dimensión; personal, social y entre iguales
Dimensión personal
Mientras que cualquier persona del entorno de la paciente puede posicionarse de forma más o menos cercana con relación a las pacientes y su proceso de enfermedad, es en la pareja donde la enfermedad se expresa sin matices, según se observa en la mayoría de los casos. El impacto de la enfermedad y de los tratamientos casi continuos influye de forma oscilante a lo largo del tiempo a nivel físico, afectivo y emocional en la pareja. Dando la confianza mutua por descontada, también se identifica en el cónyuge una experiencia de dificultad emocional relevante que conlleva ajustes continuos.
Desde la perspectiva de la mujer hay una actitud de intentar no sobrecargar al núcleo afectivo por ser conscientes de la longitud del propio proceso. En estas circunstancias las mujeres refieren haber aprendido la importancia de comunicar cuando algo va mal en dos sentidos: de un lado, ayuda a orientar mejor a su entorno personal sobre lo que está sucediendo, y, de otro, contribuye a reducir el sobreesfuerzo emocional propio.
Dimensión entorno social
Un patrón comúnmente observado en las actitudes de las pacientes es el de intentar mantener relaciones sociales adaptadas a las circunstancias sin renunciar a estas. Ellas fijan esta actitud como un modo de seguir conectadas al mundo y «no dejarse ir». En ocasiones, casi esta actitud como un modo de seguir conectadas al mundo y «no dejarse ir». En ocasiones, casi podríamos afirmar que ac- túan de forma heroica en la medida en que intentan evitar el aislamiento, toda vez que hay una fatiga tanto emocional como física debida a los efectos secundarios de algunos tratamientos y la propia enfermedad. Son heroínas porque resisten.
También en el entorno social se registran conductas de evitación o hui- da del contacto habitual de la mujer. En la base de estos comportamientos subyace el miedo, lo que lleva a algunas personas «a desaparecer» de dicho círculo social. En clave irracional, la ignorancia que puede haber sobre el concepto de metástasis puede llevar a ser entendido por algunas personas como un proceso infeccioso. El prejuicio existente sobre la metástasis es doble: o se muere o hay un deterioro físico evidente. No es esto lo que sucede en muchos casos, por lo que es un hecho inesperado y desorienta a este entorno.
Dimensión entre iguales
Cabe hacer una mención especial de las relaciones que se establecen entre las mujeres que tienen en común el cáncer de mama. En general, las pacientes describen un efecto beneficoso en el compartir con otras mujeres en circunstancias similares. A menudo suelen constituirse grupos específicos de cáncer de mama metastásico que en ocasiones dan pie a relaciones de amistad. Sin embargo, más allá de la solidaridad entre iguales, también se exponen a vivir el fallecimiento de algunas compañeras. En al- gunos casos, con el fin de evitar verse en este espejo roto, se desiste de participar.
Algo que marca la vivencia de algunas mujeres es el haber compartido con otras los tratamientos relativos al primer diagnóstico no metastásico. Se reconocen mutuamente como compañeras de fatigas. La relación que se genera entre ellas crea vínculos fuertes. Se ha dado algún caso en el que una de las dos pacientes evoluciona hacia cáncer metastásico y la otra desaparece de la relación. El sentimiento de abandono es muy importante en estos casos. Dicho alejamiento es interpretado como consecuencia del miedo y se vive como una pérdida inesperada.
Fuente: Estudio FACMA cáncer de mama