Los ingresos del hogar disminuyen, aproximadamente, un 20%, afectando a la economía familiar. En España, la crisis ha aumentado la vulnerabilidad de los pacientes y generando unas secuelas económicas que se unen a la física y emocionales.

Cuando a alguien le dicen que tiene un tumor, la persona se enfrenta, además de a un duro y largo tratamiento, a una serie de condicionantes sociales, económicos y afectivosque, en ocasiones, limitan su calidad de vida.

Cuando por sin se ha superado la enfermedad, los supervivientes de cáncer afrontan numerosos retos. El primero, recuperar su salud a todos los niveles. Pero además de éste, los problemas psicológicos, como la ansiedad o la depresión, también pueden aparecer, por no hablar de los laborales y económicos.

En este tema tan poco explorado se ha fijado la revista CANCER, que cuantifica el impacto económico de esta enfermedad entre la población estadounidense, y cuyos resultados arrojan datos tan impactantes como que las probabilidades de tener trabajo cinco años después de un diagnóstico bajan casi un 10% entre los supervivientes de cáncer. Entre los que sí tienen empleo, los ingresos laborales disminuyen cerca de un 40% en los dos años siguientes al diagnóstico. Como es de esperar, esto tiene sus consecuencias negativas para quien tiene cargas familiares, ya que los ingresos del hogar disminuyen, aproximadamente, un 20%.
Aunque el estudio refleja datos de Estados Unidos, donde el mercado laboral y la protección social por una enfermedad es muy diferente a la de nuestro país, en España la realidad de los pacientes no es tan distinta. La Asociación Española Contra el Cáncer (AEECC), afirma que «desde el 2010 han tenido un aumento del 106% en las demandas de atención social», esto es, las que solicitan ayuda para temas tan variados como «la orientación laboral, solicitud de incapacidades o consejos sobre cómo ajustar su economía para asumir los costes asociados a su enfermedad».

En la AECC crearon hace dos años un nuevo tipo de ayuda que, hasta entonces, no tenían contemplada: la ayudas de emergencia, destinada a familias que ya antes de la enfermedad estaban en una situación de vulnerabilidad de económica y que, al llegar el cáncer, ven muy comprometidas sus necesidades más básicas como el dinero destinado a pagar el alquiler o la hipoteca, la alimentación o las facturas. Un estudio que hicieron tras la aprobación del Real Decreto 16/2012 que introdujo varios copagos, donde vieron que antes de que se introdujera esta ley, «una familia tipo, con unos ingresos de 18.000 euros anuales, destinaba un 3% de su presupuesto a salud. Pero con el Real decreto en vigor, esa cantidad asciende al 7,2%».

B. Sánchez es una de las afectadas por esta ley, ya que le diagnosticaron un cáncer de mama en marzo de 2011, «cuando me acababa de quedar en paro tras 13 años trabajando en una empresa como responsable y gerente de Recursos Humanos». «El desempleo se me agotó mientras me estaban dando la quimio'», cuenta esta paciente que hoy tiene reconocida una incapacidad permanente tras una intensa lucha en los tribunales y en las redes.

Copago farmacéutico

Así, cuando se le acabó la prestación, pasó a cobrar 426 euros al mes. «Por aquel momento yo tenía que pagar el 40% de los medicamentos», explica. Así, debía costearse, por ejemplo, una parte de una inyección que se ponía cada seis meses -unos 80 euros-, otra de su tratamiento de hormonoterapia, de la morfina y de los antiinflamatorios. Ahora, como tiene la incapacidad, por la que percibe 550 euros al mes, paga «el 10% de los medicamentos con un tope de 8,53 euros al mes». No obstante, cuenta, «hay muchos medicamentos que me recetan que tengo que pagar al completo porque no están incluídos en la Seguridad Social».
Los resultados de este estudio americano también serían posibles en España ya que, según dice, el cáncer puede «de la noche a la mañana, abocar a una persona normal a una situación de exclusión social». Esta paciente recalca que no se queja de la falta de tratamiento, sino de que «nos centramos en la curación pero no en garantizar los medios para la calidad de vida en la supervivencia de los enfermos».

El impacto económico para un enfermo de cáncer no sólo se produce en una persona con una situación previa ya complicada, sino también en alguien con una posición más holgada. Porque un tratamiento completo contra el cáncer va mucho más allá de la quimioterapia o la radioterapia, y son muchas los gastos que Sanidad no contempla.

Nuevos gastos

Comenzando por las pelucas. «Una de pelo sintético puede costar unos 300 euros, y una de pelo natural, unos 500». También están los traslados, que la mayoría de pacientes costea de su bolsillo, así como el párking del hospital. «Existe el servicio de transporte no urgente en ambulancia, pero en la actualidad, está muy limitado a los pacientes con movilidad reducida, y no a todas las personas con cáncer les resulta fácil acceder a él», explican desde la AECC.
No hay que olvidarse de los cuidados dermatológicos. Especialmente con la radioterapia, «la piel sufre mucho, y los médicos recomiendan ciertas cremas y geles que no están financiados y que suelen ser caros». La alimentación también puede ser otra nueva fuente de gasto.
En definitiva, toda una serie de partidas que antes del diagnóstico no estaban contempladas en la economía familiar y que, de un día para otro, pasan a ser más que recomendables pero sin estar cubiertas por el Estado. La cuestión laboral, también merece atención.

Dificultad para incorporarse al mercado laboral

La empresa como el paciente tienen miedo a ese estigma del superviviente, y el empleado tiene que enfrentarse a esa eventual desconfianza que a la empresa le puede generar el saber que ya no está sano y que va a tener que seguir un tratamiento y unas revisiones. Hay que mostrar la desprotección «tremenda» de los autonómos o de quienes no tienen un contrato indefinido.
Sobre esta cuestión arroja algunas claves un estudio realizado por la Federació Catalana d’Entitats Contra el Cáncer (FECEC), que apunta las dificultades que afrontan muchas supervivientes de cáncer de mama para volver al trabajo, entre las que destacan los obstáculos de las pequeñas empresas para reubicar a las afectadas con secuelas, o la falta de flexibilidad para incorporarse de forma progresiva a su antiguo puesto.

Por último y no más importante el impacto en los ingresos del hogar. . Con frecuencia, los pacientes necesitan una persona que esté con ellos, que les acompañe al tratamiento o a las pruebas, por lo que no es raro que los familiares del enfermo se acojan a una reducción de jornada o incluso pidan una excedencia.

Fuente: El mundo